sábado, 14 de julio de 2012

Iglesia




La torre de la iglesia, como un índice
de piedra, al pueblecillo sermonea
sentenciosa. Enrojece de ladrillos.
Lleva al cuello el collar de las campanas.

La coronan dos nidos de cigüeñas. [5]
Y un sinfín de vencejos y cernícalos
ocupan cicatrices con que el tiempo
le acribilla la piel. En los disantos

trepan hasta su alta arboladura
dos grumetes llamados monaguillos [10]
para hacerla cantar con voz de bronce.

Antaño, a su reclamo, los rebaños
de las casas humildes acudían
para oír al pastor que, desde el púlpito,
les hablaba del cielo (y del infierno).

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