sábado, 14 de julio de 2012

Visita



Pues tanto te gustaban te traemos
a diario un manojo de claveles:
rojos, como la sangre de la vida;
amarillos, como la lividez
del tiempo sin amor; blancos, igual [5]
que un traje de amorosa desposada
(tu sangre detenida, fija, inmóvil;
tus mejillas amargas de limón;
tu largo desposorio con la tierra…)
Asea y echa el agua en los jarrones [10]
tu hermana, bien fresquita, de hondo pozo;
tía Remedios, ya ves, viene y ayuda
a arreglarte un poco la morada
donde tan sola estás, tu madre empieza
a rezar con buen ánimo, aunque luego [15]
le brote la cizaña del sollozo
que no puede aunque quiera reprimir;
 yo te amo y te recuerdo y una losa
me aplasta con su peso el corazón.

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